Cientos de adolescentes y jóvenes de Alicante han anunciado que realizarán un botellón-vigilia ininterrumpido en la playa de San Juan, en turnos de 48 horas, hasta que se resuelva el conflicto surgido en torno a la Santa Faz, a raíz de la salida forzada de las monjas Clarisas del monasterio donde llevaban más de 500 años. La orden, no ellas.
«Ambas tradiciones van unidas y nosotros no podíamos hacer menos. Si se llevan el trapo ése a otro lugar, nos quedamos sin excusa para el macrobotellón de cada año en la playa«, ha afirmado Pepe Dalmau, alias Pedal, nombrado líder espirituoso de la que ha sido bautizada como la Congregación de los Jóvenes Botelloneros de la Santa Faz.
Los chavales integrantes de este colectivo ya se han pertrechado de decenas de carros de supermercado donde cargar las botellas de alcohol y refrescos que les permitirán hacer las vigilias. Será en grupos de cien personas y durante 48 horas consecutivas en las que se beberá, «como Dios manda», dicen, «en la arena de la playa».
El Ayuntamiento ha solicitado a la Policía Local que destine a varios agentes para proteger a los muchachos de posibles sacerdotes que acudan a la zona durante estos actos de apoyo juvenil espontáneo a la Santa Faz.
Además, se les facilitarán mantas para que no pasen frío a la intemperie en pleno mes de noviembre, hielo para que no tengan que moverse de la playa, así como víveres para que el alcohol no haga estragos en los cerebros estómagos vacíos.
Mientras tanto, los ánimos, lejos de calmarse, no paran de caldearse en Santa Faz, donde los ciudadanos, unos más devotos y otros más lombos, protestan e incluso discuten católicamente entre ellos por el futuro del monasterio y de la reliquia.
Fuentes de tanta credibilidad como la propia Biblia aseguran que el Obispado habría puesto el lienzo sagrado a la venta al mejor postor en eBay, toda vez que se le ha caído su propósito inicial de lucrarse convirtiendo el monasterio en una hospedería, museo, casino o lugar donde conocerse bíblicamente.
El Obispado, que se siente cada vez más acorralado y cuestionado por la opinión pública, ha querido derivar toda la responsabilidad de la actual situación a las monjas, a las que hoy ha acusado en un impactante comunicado de «haberse sonado la nariz con la reliquia».
Tras conocer esta imputación, el alcalde de Valencia, Joan Ribó, ha ofrecido a las religiosas que se trasladen a vivir al Palau de la Música, «para defender la libertad de expresión«: