Nadal revela que logró su brazaco haciendo alioli casero

El secreto mejor guardado de Nadal

El mundo del deporte ha asistido hoy a la revelación de uno de los secretos mejor guardados. El mejor tenista español de todos los tiempos, Rafael Nadal, ha confesado cómo logró tener su brazo de acero.

No, malpensados, no es por eso que algunos estáis pensando. Ya quisierais vosotros.

Tampoco nada de gimnasio. Haciendo alioli casero. Sí, por sorprendente que parezca, así lo ha confirmado el manacorí. «Soy un apasionado del alioli, pero no me gusta nada el que viene ya hecho. Vi una vez a un cocinero de Alicante hacerlo al modo casero, dándole fuerte al mortero, y me fascinó. Desde entonces cada día hago el mío propio», ha explicado el deportista en una entrevista con la revista «Ajo y agua».

«Si lo pruebas, lo repites. Y el alioli, también»

«Requiere de una gran intensidad para que salga bien. Nada de batidora ni de thermomix. Tienes que estar ahí dándole fuerte, sin parar. Al cabo de los años, en mi caso, me ha dado un brazo que ni  Goku en modo Super Saiyan. Para el tenis me ha venido de perlas», señala satisfecho.

«Si lo pruebas, lo repites«, sentenció Nadal. «Y el alioli, también».

Tras desvelar la fórmula que le ha llevado a lucir tal musculatura, algunos expertos han apuntado que el exceso en el consumo de ajoaceite puede ser la causa por la que el tenista repite tanto sus rituales antes de sacar en los partidos.

«El alioli está muy rico, pero todos sabemos que luego se repite. Su consumo continuado, al cabo de los años hace que una de sus sustancias, el tictictirol, afecte al cerebro de tal forma que te obliga a realizar unas determinadas rutinas», asegura el jefe del Departamento de Nutrición de Instituto de Alimentación para Deportistas de Quatretondeta, Manuel Mira Mira.

En el caso de Rafa Nadal la cosa comenzó por tics insignificantes al ir a sacar, como tocarse el pelo. Sin embargo, con el paso del tiempo el tictictirol fue aumentando hasta llegar a convertirse en un problema. «Que si me toco el calzoncillo, que si una oreja, que si la otra, ahora la nariz, los hombros… Calculamos que de aquí a tres años, si sigue en activo, habrá rivales que se duerman esperando su saque», aventuró Mira.

Las rutinas también se suceden fuera de la pista. «Su manera de colocar las botellas en los descansos mucha gente la interpreta como que es un tío metódico, cuando en realidad estamos ante un adicto al alioli«, aseveró el experto, que agregó, para finalizar, que el tictictirol también acaba afectando al habla con la repetición de muletillas como «Bueno, sí, no sé».

 

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