Estupefactos y boquiabiertos ante el poder de la madre naturaleza. Así han amanecido hoy los alicantinos al ver cómo la Plaza del Ayuntamiento se ha convertido en una plantación de remolacha que ha obligado a la Hoguera Oficial a desplazarse hasta la Plaza de Santa María, enfrente de la Basílica.
Una espesa área verde de cultivo conformada por las hojas de esta hortaliza ocupa todo el espacio donde ayer mismo se estaba terminando de montar el monumento de Pedro Espadero.
Nadie, ni tan siquiera los biólogos y agrónomos consultados, da crédito todavía a la espectacular metamorfosis experimentada por un terreno que hace escasas horas tenía pavimento y ahora es tierra fértil.
Todo comenzó horas después de finalizar una manifestación antitaurina en el lugar. El vigilante encargado de velar por la seguridad de la Hoguera Oficial durante la noche dio la voz de alarma cuando observó cómo el suelo comenzaba a crujir.
«En un principio pensé que era un terremoto y me temí que la hoguera se iba a caer», explica Víctor Dominguero, el segurata del monumento. Sin embargo, prosigue, «observé cómo el propio suelo iba desplazando lentamente la hoguera al tiempo que crecían unas extrañas plantas«.
«En ese momento juré que jamás volvería a fumar hierba«, indica Dominguero.
Cuando se quiso dar cuenta, absorto ante un fenómeno nunca antes visto, el monumento se hallaba milagrosamente frente a la basílica de Santa María. Y el lugar que antes ocupaba la Hoguera era ahora un frondoso cultivo de remolacha, según pudo comprobar extrayendo de la tierra una de las plantas.
Los científicos han apuntado la posibilidad de que la transformación se debiera a un fenómeno astronómico-geológico muy poco frecuente y bautizado como el Mar y Sol de la Tierra Roja, que convierte en fructuosos los terrenos que previamente han sido profanados o ensuciados por causas nobles, como la defensa de seres vivos indefensos.
«El proceso se aceleró por los chorros de agua que tiene instalados la plaza», asegura un experto sobre la plantación de remolacha.
Alicante ha encontrado así, sin comerlo ni beberlo, una nueva fuente de ingresos y ya baraja publicitarse como «Ciudad Remolachera».
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