Una turista de Córdoba ha denunciado que fue expulsada hace una semana de un restaurante vegetariano de Alicante por morderse las uñas mientras esperaba que le sirviesen los platos que había pedido.
La mujer, de 27 años y que responde a las iniciales de A.N.S., presentó una hoja de reclamaciones al considerar «totalmente injusto» ser echada de un local por hacer algo que es «personal y no afecta a nadie más que a mí misma».
Según la versión de la denunciante, los responsables del restaurante BioGreen le dijeron que al comerse las uñas de forma compulsiva estaba siendo «carnívora», lo que además de ir «contra la filosofía del establecimiento» infringía la norma de no poder consumir nada ajeno al mismo.
La joven vegana explica en la reclamación presentada ante la Oficina Municipal de Información al Consumidor (OMIC) que «no daba crédito a lo sucedido» y que lo peor era «no tener testigos», pues acudió a comer ella sola y no había nadie más en el restaurante.
La afectada argumenta que se estaba mordiendo las uñas porque ha dejado de fumar recientemente, se ha separado de su pareja y sufre ataques de ansiedad.
Además, añade, el servicio no estaba siendo bueno ya que «llevaba ya 20 minutos esperando a que me trajeran lo que había pedido (unos callos veganos, un tartar vegetal y una hamburguesa de lentejas) y eso que era la única clienta».
La denunciante admite que «es cierto que tengo las manos bastante mal (imagen superior adjuntada en la demanda) y me estaba saliendo sangre de un dedo al arrancarme un padrastro. Lo vio el camarero y puso cara de mucho asco».
Fue justo instantes después cuando la propietaria se acercó a su mesa y le pidió que abandonara el local, a lo que ella se negó con rotundidad.
Tras una acalorada discusión y al comprobar que «no estaban por la labor de servirme la comanda», A.N.S. pidió la hoja de reclamaciones y se marchó.
La cordobesa espera ahora la resolución de su caso, ya desde su ciudad de origen al haber acabado sus vacaciones en Alicante, mientras que desde el restaurante defienden la expulsión porque «su presencia dañaba la imagen del local».
Se trata del segundo caso peculiar que ocurre este verano en restaurantes de Alicante después del caso del turista holandés que se encontró un diente de oro en una paella.
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Foto superior: Steven Vacher