Los selfies de escote están de moda. Una mujer de 37 años, natural de Benidorm y residente en Valencia, se dislocó un hombro este fin de semana cuando trataba de hacerse un selfie en el que, además de su cara, saliera también su busto.
La paciente acudió a Urgencias del hospital La Fe refiriendo un dolor extremo y la incapacidad de mover su brazo derecho. Los alaridos que profería llegaron a asustar a las personas que se encontraban en la sala de espera.
Preguntada por el médico que la atendió sobre la actividad que estaba realizando justo cuando se produjo la dislocación, la mujer explicó que deseaba hacerse a sí misma una fotografía para compartirla en Facebook, Instagram y Snapchat, entre otras redes sociales.
Según el relato del doctor, del que se han hecho eco hoy algunos medios locales, la mujer «al parecer estiró mucho el brazo para que la cámara de su teléfono móvil tuviera el ángulo suficiente para captar tanto su rostro como su escote».
Como esta «aspirante a influencer» -así se definió a sí misma- no lograba encuadrar bien su pecho recientemente operado y sólo era capaz de sacarse fotos de su rostro en primer plano, decidió girar el dispositivo, momento en el que, según su versión, escuchó un crujido.
Asustada en primera instancia por si se había roto el smartphone, tras comprobar que su iPhone 11 Pro estaba en perfectas condiciones, se dio cuenta de que había sido su hombro. En cuestión de segundos le sobrevino un fuerte dolor.
Aun así intentó, sin éxito, completar la operación selfie de escote con el otro brazo, pero desechó la idea al recordar que saldría por su «perfil malo». Frustrada, dolorida y con el brazo derecho inutilizado, se desplazó en taxi hasta el centro sanitario.
Después de recibir la atención médica y serle recolocado el brazo, la paciente solicitó las radiografías que le habían realizado con el fin de subirlas como una storie a las redes sociales y contar su peripecia.
La difusión de este caso ha puesto de relieve hasta qué punto la frivolidad y el postureo inundan las redes sociales, siendo especialmente llamativo que ya no son sólo las adolescentes, sino mujeres adultas, las que sucumben al mercadeo exhibicionista de su propia imagen.