El Covid-19, culpable de la pandemia que tiene a medio mundo confinado y que está provocando cientos de miles de muertos en todo el planeta, ha dado positivo en la nueva cepa de un virus sobradamente conocido desde hace décadas en Alicante: el Ortiz-20.
El coronavirus se ha contagiado de forma involuntaria de esta enfermedad, de nombre científico Coles fueris expleta (en castellano vendría a traducirse como Polla Insaciable) y cuyo síntoma más notorio es el irreprimible deseo por Enrique-cerse a toda costa.
En una entrevista concedida en exclusiva a este medio, el coronavirus ha declarado que se infectó del Ortiz-20 «por meter la mano donde no debía y no lavármela bien» y que, desde entonces, ha desarrollado «aficiones que hasta ahora me eran desconocidas».
Así, por ejemplo, ahora «solo pienso en construir, construir y construir; pero también quiero arruinar un equipo de fútbol, fumar puros, conducir coches deportivos caros y navegar en yate, pero siempre con mis amigas más-carillas», dice el virus de Wuhan.
A raíz de su contagio, el Covid-19 trata de sobornar, con valentía y desparpajo, a todo aquel que se cruza en su camino, sobre todo si tiene poder; pero al mismo tiempo siente un cobarde y atroz temor hacia algo que él mismo provoca: no soporta la idea de estar encerrado.
Por ese motivo, para evitar una más que probable, obligada y prolongada reclusión, el Covid-19 está confesando todos los hechos reprobables de los que se le viene acusando.
Literalmente, el coronavirus se está haciendo caquita. Otro síntoma destacado de la nueva cepa del Ortiz-20, que no se desinfecta ni con Brugal.