La princesa Leonor de Borbón y Ortiz, primera en la línea de sucesión al trono español, todavía no sabe qué quiere ser de mayor. Así lo ha expresado a su círculo más íntimo de amistades durante la recepción que ofreció esta semana en el patio del colegio a sus compañeros de clase.
La heredera de la Corona, pese a contar ya con 14 años, aún no ha elegido cuál será su profesión en el futuro, un asunto que, según ha confesado a sus amigas, no le provoca «ni orgullo ni satisfacción». Ni tan siquiera tiene claro «en qué país quiere vivir» o si es «de letras o de ciencias», apuntan las mismas fuentes.
La princesa de Asturias tiene muchas aficiones, como cualquier niña de su edad, tales como la hípica, el esquí, la música clásica, el ballet, el cine de Akira Kurosawa y ver «La isla de las tentaciones». Sin embargo, ninguna parece llenarle tanto como para querer dedicarse profesionalmente a ella en el futuro.
Según cuentan las malas lenguas, sus padres no están por la labor de que se dedique a lo que ella quiera, sino que desean imponerle una profesión, si bien no ha trascendido hasta la fecha cuál sería.
Los antecedentes familiares llevan a pensar que, si finalmente opta por seguir los pasos de sus parientes más cercanos por parte paterna, podría dedicarse a la prevaricación, malversación, blanqueo de capitales, fraude, tráfico de influencias, delitos contra la agenda pública o a la caza de animales indefensos, mientras que si se decanta por la parte materna acabaría como taxista o presentadora de televisión.
Sin duda, la primogénita de Felipe VI y Letizia Ortiz, que tiene la sangre marrón como resultado de la mezcla de la azul y la roja, tiene ante sí un gran dilema. Un problema tan real como mundano que deberá resolver antes de elegir la carrera universitaria que marcará su futuro profesional.