El alcalde de Alicante, Luis Barcala, ha ordenado talar 50 árboles más en la ciudad después de haber tenido que suspender in extremis el pleno en el que no iba a poder aprobar la creación de un «gobierno paralelo» en el Consistorio, o lo que es lo mismo, enchufar a unos cuantos amiguetes (más) para que vivan bien cuatro añitos a cargo del erario público.
Concretamente a razón de entre 75.000 y 82.000 euros anuales cada uno de los doce apóstoles que tiene elegidos el mandatario popular.
El primer edil, al que algunos han pasado de llamar Bartala a Malasombra, no ha podido convencer (todavía) ni a sus aliados de Vox para crear esa nueva estructura de «altos cargos» y así, según dice, «modernizar» el gobierno de la ciudad.
¿Concejales desautorizados?
Hay quienes desde la ignorancia se preguntan si no le hubiera sido más fácil (y barato) elegir a esas personas tan bien preparadas para ir en su lista electoral, con la que obtuvo 13 concejales que, en lo que llevamos de mandato, le han dado ya varios disgustos: desde la pérdida de una ayuda de más de medio millón de euros por pasarse el plazo de presentación de la solicitud a la polémica inclusión de un curso de tarot para mujeres emprendedoras en el programa de la Escuela de Talento Femenino.
Con los doce tecnócratas que tiene fichados el alcalde, estas cosas no pasarían. Con suerte, hasta alguno le haría ver que la ciudad chorrea mierda y que el logo de Vox tiene más verde que la ciudad entera.
Se desconoce si su amigo y compañero de filas, el presidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, le ha comentado algo sobre su controvertida jugada, que está en las antípodas de la primera medida que él tomó nada más aterrizar en el Palau: una reducción de cargos políticos en el nuevo Consell que supondrá un ahorro de 3 millones de euros en toda la legislatura.
Lo que está claro, y todos sabemos, es que, sea como sea, al final habrá gobierno paralelo de Barcala.
