Es lo que tiene la fama efímera. Le ocurre a la inmensa mayoría de los concursantes de «Gran Hermano», por lo que no iba a ser menos para una minucia que viaja en mosquito.
El virus del Zika, el mismo que hace poco tiempo parecía que podría provocar el fin de la raza humana, como en su día ocurrió con el ébola, la gripe aviar o la enfermedad de las vacas locas, y en la actualidad con el coronavirus, se halla hoy sumido en una fuerte depresión.
Tras su indiscutible protagonismo en telediarios, tertulias de radio y haber echo correr ríos de tinta, el Zika lleva muy mal que hoy nadie le tema. Es más, casi ni se le recuerda.
La viralidad es un campo muy competido. En los últimos tiempos los virus informáticos le estaban ganando por goleada la partida a los microorganismos.
Había una guerra en ciernes. Los agentes infecciosos microscópicos, hartos de haber quedado relegados a un segundo plano, prepararon un plan para acabar con los gusanos informáticos.
Para ello pensaron renunciar temporalmente a los seres vivos para centrarse en las máquinas, protegiéndolas de los ataques de los «malwares». No deja de ser una paradoja: los virus actuando de vacuna antivirus.
La Organización Mundial de la Salud se encontraba preocupada porque, aunque a priori debería ser una buena noticia, la ausencia de virus en las personas podía convertirse en un peligro para la Humanidad.
En primer lugar, aumentaría la longevidad de las personas, lo que vaciaría aún más la hucha de las pensiones y obligaría a construir más pisos para que puedan ver obras los ancianos, generando una nueva burbuja inmobiliaria. Además de hacer caer en la bancarrota a las multinacionales farmacéuticas. Y eso sí que no.
A eso hay que sumar que irían al paro los hackers y no harían falta tantos informáticos en las empresas para decir al resto «apaga y enciende», elevando así sobremanera las cifras de desempleo en todo el mundo.
Tal panorama obligó a la OMS a rogar a los medios de comunicación que diesen el máximo pábulo posible a toda noticia que tenga que ver con infecciones y epidemias. Y entonces llegó el rey: el coronavirus. El puto amo de los virus, que no mata mucho de momento, pero viaja más que Fernando Sepulcre en sus tiempos políticos.
«Se trataba de elevar un poco la moral de los virus, que se sintieran importantes y dejasen de pelear con los Wannacry y compañía, pero se nos ha ido de las manos», apunta un portavoz de la citada organización.
Antes de su irrupción mundial, la OMS llegó a preparar una campaña, titulada «Inféctate. Pon un virus en tu vida», que pretendía concienciar a la población de la necesidad de caer enfermo alguna que otra vez.
Entre las medidas a adoptar se iba a aconsejar dar la mano sin lavárselas antes, besarse mucho, estornudar en la cara de quien tuvieras más cerca, manifestarse y acudir a eventos multitudinarios.
Una caravana con gente enferma tras visitar sin vacunarse países tropicales, africanos y asiáticos pensaba recorrer diversas ciudades para que todo aquel que desease contribuir a la causa se acercara a visitarla.
La ya conocida como «VirusTruck» iba a recalar en Alicante el próximo 19 de marzo. Sin embargo, todos esos planes se han ido al garete con la eclosión del coronavirus , al que los expertos auguran un negro futuro cuando lleguen las altas temperaturas. Cambio climático, ¡te necesitamos!