Si alguna vez en los ya más de cinco años de historia de Viscalacant hemos podido escribir un artículo que no pierda vigencia, va a ser sin duda el que acabas de comenzar a leer: los ascensores del Castillo están averiados.
Las probabilidades de que mientras lees estas líneas los elevadores de la fortaleza alicantina estén fuera de servicio son tan altas como las de pisar una mierda en la ciudad o de leer un tuit de Antonio Manresa con faltas de ortografía o incorrecciones gramaticales.
Se rumorea que el concejal de Fiestas, Manuelo Jiménez, tan dado a la grandilocuencia, habría sugerido al alcalde, Luis Barcala, que contemple la posibilidad de que Alicante pueda inscribir de nuevo su nombre en el Libro de Guinness de los Récords, compitiendo por el título al ascensor más falluto.
Sopla viento: averiado. Llueven cuatro gotas: averiado. Cae un rayo: averiado. Hace un calor asfixiante: averiado. Llega un crucero cargado de turistas: averiado. Solucionan la avería: al poco, averiado. Está cerrada la fortaleza: funciona.
En honor a la verdad, hay que reconocer que últimamente se arreglan más rápido que antes, pero que nadie se lleve a engaño: es solo para que puedan volver a averiarse lo antes posible.
Tiene su parte buena. Al igual que los heroicos policías que salvan vidas estando fuera de servicio, los ascensores del Castillo también lo hacen, al obligar a la gente a hacer ejercicio subiendo a pata, lo que reduce las enfermedades cardiovasculares.
En esta ciudad ya es un aforismo lo de «trabajas más que el servicio técnico del ascensor del Castillo». En Alicante nos permitimos hasta contradecir a Newton: todo lo que sube no tiene por qué bajar.
Menos mal que finalmente no se llevó a cabo aquel faraónico proyecto de Alperi de construir un teleférico que conectase la playa del Postiguet con el Castillo…
Aunque no cantemos victoria tan pronto: el gabinete redactor del Plan Director de Las Cigarreras contempla implantar un servicio de telecabina para unir el complejo cultural de la antigua fábrica de Tabacos con la fortaleza de Santa Bárbara.
De llegar a materializarse ese proyecto, que lo más probable es que quede, como es habitual, en un cajón, la maldición de la Bruja Avería haría que los pobres usuarios se cocinaran al vapor en las cabinas en las previsibles e involuntarias paradas a mitad de trayecto a causa de alguna rotura.
Porque todos sabemos que eso pasaría, más de una y más de dos y más de tres veces (al año). Porque en Alicante todo falla. Eso nunca falla.