Las principales compañías farmacéuticas del mundo han desvelado hoy que las vacunas contra el covid-19 que están distribuyendo incluyen un «efecto secundario» que han querido ocultar hasta lograr su objetivo.
Y es que, sabedoras de que un buen número de integrantes de la jerarquía eclesiástica cedería a la tentación de colarse en el turno de vacunación, las multinacionales farmacéuticas decidieron inocular en las primeras partidas de las dosis un componente que, según las pruebas realizadas, se ha demostrado efectivo para evitar la pedofilia y la pederastia.
Así las cosas, buena parte de los prelados españoles y un tampoco nada despreciable número de sacerdotes no desarrollarán nunca atracción sexual por los menores, y si ya la tenían les irá remitiendo.
Al parecer la idea nació de Pfizer, compañía creadora de la Viagra, que antes del inicio de la pandemia tenía ya preparada para su lanzamiento una vacuna contra la pederastia que actúa a modo de castración química.
«Voluntariamente no se la iban a poner, así que decidimos aprovechar la coyuntura», señalan fuentes de la firma estadounidense.
Hay algunos altos cargos eclesiásticos que, quizá notando ya esa pérdida libidinosa, han renunciado a recibir la segunda dosis de la vacuna, aunque la misma no es necesaria para completar el citado efecto, aseguran desde los laboratorios.
La reacción a esta revelación ha sido unánime por parte de la sociedad, que valora positivamente que, además de protegerles contra el coronavirus, las vacunas contra el coronavirus estén sirviendo para curar a los clérigos de la pandemia de abusos sexuales a niños que azota a la Iglesia católica desde tiempos inmemoriales.
Moderna y AstraZeneca trabajan, asimismo, en desarrollar otra vacuna contra la cara dura y está pidiendo la participación de políticos españoles como voluntarios para comprobar su efectividad.