Uno de los efectos más devastadores de la gota fría prevista hoy en Alicante ha sido que ha privado a los vecinos de la ciudad de recibir la visita de El Afilador, ese mítico a la par que entrañable personaje que se mueve en una bici o motocicleta pertrechada de una piedra giratoria con la que afila las navajas, tijeras, cuchillos y otros utensilios de corte.
Hoy, precisamente hoy, era el día en el que este hombre, tras un largo viaje sobre dos ruedas, tenía previsto recorrer las calles de la ciudad ofreciendo sus servicios.
Sin embargo, una nueva dejación de funciones del piloto de la avioneta antilluvia de Alicante le ha obligado a cancelar su visita ante las precipitaciones. El afilador está que echa chispas. Más que de costumbre.
Así las cosas, los alicantinos se han quedado sin poder escuchar el archiconocido «pito del afilador», la melodía con la que este comerciante ambulante anuncia su presencia, tocada con una armónica de plástico llamada chiflo o flauta de pan, y que casi siempre va seguida del característico grito a viva voz de «el afilaooooooooor».
El típico silbido puede tocarse en diversos países y de distintas formas, pero todas ellas identifican sin ningún atisbo de duda al afilador o amolador, quien ha sido víctima silenciosa -vaya paradoja- del avance de los tiempos, los cambios de costumbres y la cultura del usar y tirar.
Hasta hace poco el llover se veía en Alicante incluso menos que al itinerante afilador, pero en los últimos tiempos se está invirtiendo la tendencia y, cambio climático mediante, nos llueve la lluvia. Las nubes ya no se cortan.
En sus orígenes, los afiladores solían arreglar paraguas, por lo que ésa puede ser una buena vía para la recuperación de su tradicional oficio en Alicante, ahora que nuestra provincia parece estar «galleguizándose» en lo climatológico.
Sea como fuere, el afilador no hará esta vez parada en Alicante y proseguirá su viaje hacia Barcelona, donde sus servicios tienen un margen de rentabilidad mucho mayor, habida cuenta de la cantidad de cuchillos y navajas que se vienen gastando en la Ciudad Condal últimamente.
Si eres de los nostálgicos que guarda un buen recuerdo de esos sábados o domingos donde el afilador rompía el silencio del alba o de la sobremesa siestera con su canción, aquí puedes «disfrutar», por decirlo de algún modo, de un homenaje musical reguetonero a quienes todavía practican tan noble oficio en vías de extinción: