Susto de muerte, o casi mejor dicho de vida, el que se llevaron ayer los fantasmas que habitan Panoramis al ver aparecer a una persona por el centro comercial.
Los espectros huyeron despavoridos mientras hacían ruidos propios de las almas en pena, unos gritos que reverberaron en las paredes del edificio, asustándoles aún más. La pesadilla que se muerde la sábana.
El ser humano causante de tal revuelo era un extranjero desorientado, concretamente un holandés errante al que algún alicantino despistado le indicó que allí seguía habiendo un McDonald’s.
«No hay derecho a que nos den estos sustos, por el amor de Los Otros», afirma el representante sindical de los espíritus, Sam Wheat, que cuantifica hasta el momento seis bajas laborales entre los suyos por cuadros de ansiedad.
«Aquí se reciben menos visitas que en el despacho de un tránsfuga«, asegura otro fantasma que sabe bien lo que dice porque en el pasado moraba entre las paredes del Ayuntamiento de Alicante.
«Estuve allí hasta finales de junio de 2015, fecha en que empezaron a llegar muchos fantasmas e incluso seres demoniacos, y hubo overbooking. Antes de eso sólo se oía hablar alguna vez de muertas vivientes y de leyendas como la de la chica de las sandalias perdidas en un barco«, precisa este ectoplasma que oculta su identidad bajo una impoluta sábana blanca comprada en Ikea.
Panoramis es desde entonces su hogar, un lugar tranquilo, espacioso, espectral y con unas vistas sensacionales. «Ha habido proyectos para intentar reflotar el centro comercial, pero no han llegado hasta ahora a buen puerto, por fortuna para nosotros», apunta Casper Pérez Oso, otro de los espíritus que disfruta de las instalaciones.
El futuro de Panoramis, en liquidación judicial, es aún una incógnita. Las últimas informaciones apuntaban a que sólo pujan por su gestión Juan Carlos Ramírez, presidente del Hércules, y el grupo hotelero de Alcoy Vilaplana Pérez Hermanos, después de haber desistido de su interés mostrado a última hora el inversor británico Eurofund.
Visto el éxito de Ramírez en las subastas, los fantasmas confían en que no se haya leído las bases del concurso y no prospere ninguna de las ideas, de tal modo que puedan seguir pululando por los solitarios pasillos y locales cerrados de Panoramis durante al menos unos años más.