Antes de hablar de la carrera de Asesoría Política, pongámonos en situación. Cogemos un taxi y le pedimos que nos lleve a la calle Pintor Gisbert, por decir un sitio. Junto al conductor hay una persona que enseguida empieza a darle indicaciones. Como si fuera un GPS pero de carne y hueso. Al llegar al destino, la carrera es mucho más cara de lo normal. ¿Por qué?, preguntaríamos. «Mi asesor también cobra», apuntaría el taxista.
Otro caso. Llamamos al fontanero por un escape de agua en casa y acude junto a otra persona que supuestamente le ayuda a desfacer el entuerto. Y al acabar el trabajo, se nos cobra casi el doble de lo normal por haber venido dos. Aunque nosotros, como es lógico, no lo habíamos pedido. Solicitamos los servicios de un fontanero con la convicción de que sería un profesional capaz de realizar el trabajo encomendado.
Podríamos poner más ejemplos, pero creemos que con dos sobra. Ahora pensemos qué ocurre cuando, cada cuatro años, vamos a votar en unas elecciones. Da igual del ámbito que sea: municipal, autonómico, nacional o europeo. En las papeletas aparecen nombres. Los de los candidatos, obviamente. Presuntos profesionales que, al ofrecerse al servicio público, hemos de entender que están preparados para tal desempeño.
Hasta ahí bien, ¿verdad? Lo que ocurre luego, una vez se conforman los gobiernos, es que la inmensa mayoría de estos gestores públicos tiene la opción de contratar asesores y personal de confianza. Gente que les ayude en su faena, además de chóferes, secretarios/as y/o jefes de prensa y/o de protocolo, entre otros.
Partamos de la hipotética base de que el caudal de trabajo de estos políticos (y, ojo, que esto incluye tanto a los gobernantes como a la oposición) es tan ingente que, por más preparados que están, no darían abasto ellos solos.
Y ahora es cuando viene la pregunta: ¿Tendría sentido que, dado que van a ejercer una importante y delicada tarea, estos asesores fueran «elegidos» por otro criterio que no sea el dedo del cargo público? ¿Sería descabellado que tal requisito para estos asesores/as fuese alguna titulación académica más allá de la amistad, pago de favores o connivencia con el representante de turno?
Esta reflexión es la que ha llevado a la Universidad de Alicante y la Universidad Miguel Hernández de Elche a instaurar para el próximo curso 2018-2019 la licenciatura de Asesoría Política, un programa académico destinado a los segundones de la cosa pública que, en más de una ocasión, son los que acaban moviendo los hilos del poder desde la sombra.
Casos de mala asesoría política
Esta nueva carrera, junto a una selección por méritos, evitaría casos como los registrados durante esta legislatura en el Ayuntamiento de Alicante, donde los asesores han ayudado a abocar al alcalde de la ciudad al banquillo de los acusados y a una inminente dimisión, en el mejor de los casos por su falta de conocimiento o pericia y en el peor, por mala fe.
En uno de los casos por fraccionamiento de contratos y suplantación de funciones y, en el otro, por el despido por venganza de una funcionaria interina ejecutado por el alcalde por el hecho de ser cuñada del portavoz municipal del PP que fue, precisamente, quien le denunció por lo primero.
En el conocido como Caso Comercio, el asesor Pedro de Gea no tenía experiencia previa al frente de la administración pública antes de que Echávarri le embarcara en la aventura del gobierno del cambio del extinto tripartito. Sí conocía bien el mundo del comercio de la ciudad, eso es cierto. ¿Pero sabía que fraccionar contratos es prevaricación? ¿Y que suplantar al alcalde también es delito? Quizá no, cosa que se solucionaría con la nueva carrera universitaria abierta a estudiantes de todas las edades.
En el segundo caso, los culpables son básicamente los arranques de ira de un primer edil que, pese a contar con un asesor de redes sociales, se marcó una parrafada en Facebook al estallar el Caso Cuñada donde admitía que la denuncia de Luis Barcala en su contra había acelerado el proceso de despido de su familiar -casualmente solo ella- con el argumento de que se encontraba en una situación laboral irregular junto a otro buen número de trabajadores municipales interinos.
Se ignora si José Miguel Aroca de Maya, más conocido como José Aroca (cuidado con decirle Pepe, que le suena a siglas corruptas), asesor en redes sociales del alcalde, le dio el visto bueno a ese «suicidio político» en muro público; como también se desconoce si le hizo gracia o no el tristemente famoso e inapropiado tuit de la bandera antielchera previa al derbi futbolístico que publicó ese «tío cojonudo» que es su jefe.
Y es que a este informático de profesión, más allá de su militancia socialista, a menudo rayana en el hooliganismo, no se le conoce experiencia previa como community manager de cargo público o a secas. Si siempre hay alguna vez, desde luego comenzó mal con el controvertido episodio de las cuentas «troll» que jaleaban a Echávarri y al PSOE, al tiempo que difamaban a los rivales.
Uno de sus últimos hitos ha sido bloquear en la cuenta del PSOE de Alicante a esta humilde página de noticias de humor y sátira alicantina por el simple hecho de afearle, con educación pero con rotundidad, unos mensajes que luego alguna instancia superior le hizo borrar, dándonos la razón. Ya no es cuestión de asesoría política: es sentido común y humildad.
Y estas dos personas citadas son sólo dos ejemplos. Quizá la lejanía en el tiempo (se cumplirán a mediados del próximo junio tres años, pero se han hecho entretenidos) hace olvidar que el gobierno del cambio validó el nombramiento de 32 personas como apoyos y personal de confianza.
Entre ellos el PSOE propuso, con todo el lío que conllevó en el seno del tripartito, a la mujer de Ángel Franco -quien fuera valedor de Echávarri-, o a la hija de un militante de Podemos que denunció a la concejal Julia Angulo, de Guanyar. Coalición que, por culpa precisamente de los asesores y su renovación, se ha partido en dos tras su salida del equipo de gobierno.
Así que, tras este repaso, sólo nos queda pedir que la gente que salga titulada de la carrera de Asesoría Política trabaje siendo: